El mar agrietó mis pezones,
como si hubieran saciado a la humanidad
y yo
hubiera dejado de ser.
Sentí la suave penetración del vacío;
reminiscencia de tu entrada en mí.
De cada día compartido.
Sueños y negación.
Tu saliva vuelve a mis pechos,
húmedos, por fin,
como el resto de mi cuerpo.
Irene, 2010.
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ResponderEliminarMe gusta mucho cómo escribes. Nunca te sobran palabras. Las metáforas te duran; por mucho que las estires, no se te rompen y conservan su intensidad desde el primer al último verso. Y aunque utilizas un lenguaje muy sencillo, tus poemas poseen múltiples niveles de lectura, múltiples significados, y al final uno nunca sabe si sonreír o llorar. Todo esto ya lo sabes. Pero no está de más que lo recuerdes siempre que vuelvas a este blog y, a lo mejor, se te hayan quitado las ganas de seguir escribiendo. Me daría mucha pena perderme la luz que todavía no has fotografiado o escrito.
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