El mar agrietó mis pezones,
como si hubieran saciado a la humanidad
y yo
hubiera dejado de ser.
Sentí la suave penetración del vacío;
reminiscencia de tu entrada en mí.
De cada día compartido.
Sueños y negación.
Tu saliva vuelve a mis pechos,
húmedos, por fin,
como el resto de mi cuerpo.
Irene, 2010.